Hay dos textos que son muy apreciados por mí: No oyes ladrar los perros, de Rulfo y El extranjero de Camus.
En ambos casos los estudiantes no querían ni al padre que lleva al hijo cargado, ni a Meursault. Por mi parte yo sí los quiero. Comprendo el dolor del padre y la soledad de Meursault.
¿Por qué los estudiantes no los quieren?
En el caso del padre, odiaban que recriminara al hijo todo lo que había hecho. Seguramente ellos se reconocían como víctimas de las recriminaciones por parte de los adultos.
En el caso de Meursault se fastidiaban especialmente porque no lloraba en el velorio de la madre, y era indiferente a los reclamos de la chica. No llegaban a ver que Camus había construido asi el personaje con toda intención de mostrarlo como "extranjero" en esa sociedad dura e hipócrita donde vivía. O pensaban de manera esquemática, como el común de la gente que rodeaba a Meursault ¿?
En Rulfo saboreaba yo la construcción perfecta de ese cuento, los ritmos, los tiempos, los paisajes... Ellos no se interesaban por el estilo sino por la historia en sí. Y está bien ¿no?
Ahora: ¿Qué sucede entonces con el vocabulario? ¿Qué sucede con el texto en sí?
Ellos reparaban en los modismos mexicanos a pesar de no entusiasmarse con el bellísimo relato. En relación a El extranjero no sabría decirlo.
Pienso que un texto literario nos impregna más allá de nuestros gustos personales. Quedan sedimentos. Como cuando el mar nos golpea y nos tira contra la conchilla. Nos guste o no salimos con energía, con sabor a sal y doloridos.
Veille d’inspection
Hace 13 años
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