En casa, nos ocupamos de que nuestros chicos tengan abrigo, comida, vacunas, escuela. Es a puro amor y hasta casi a puro instinto que protegemos a nuestros chiquitos. En casa aprenden a lavarse las manos antes de sentarse a la mesa, a decis gracias, a pedir por favor.
Y es en casa también, donde niñas y niños aprenden la magia de las palabras. Cada familia tiene sus propias palabras: las que cuentan las historias de los abuelos y abuelas, las que susurran las canciones de cuna, las que nombran los lugares de origen. La memoria de cada casa se construye con palabras propias, únicas.
Cuando contamos un cuento para que se duerman, o una historia de miedo mientras ronda el mate en un día de lluvia, o cantamos juntos con los abuelos aquellas canciones de antes, estamos construyendo con palabras nuestra vida familiar. Son todos pasos, que nos llevan al maravilloso mundo de la lectura.
Todos crecemos aprendiendo que hay palabras que se dicen y palabras que no; palabras que lastiman y palabras para el perdón; palabritas dulces como un caramelo o ásperas como la lija. Las palabras esconden nuestros miedos y expresan nuestras valentias; cantan y lloran o se matan de risa.
Las palabras curan: Sana, sana, colita de rana
Si no sana hoy, sanará mañana
Las palabras juegan: Ronda, ronda,/el que no se escondió,/¡que se esconda!
Mamá, papá, los abuelos y abuelas o los tíos y las tías ofrecemos a los pequeños las primeras sonoridades: "aserrín, aserrán..."; las primeras expectativas: "abracadabra, pata de cabra..."; los primeros ritos: "y colorín colorado este cuento se ha acabado..." Por la casa corre un torrente de tradición oral que los grandes rescatamos de nuestra infancia para que se vuelva voz en la voz de los chicos.
Las palabras viven. Hacen llover y hacen salir el sol.
Que el abuelo busque en el fondo del bolsillo, la abuela en el delantal, los papás entre los cigarrillos, las mamás en el fondo del bolso, las palabras para acunar los sueños, las palabras de amar, y las de reír.
Benteveo espía/Gorrión dormilón/Sale de su nido/Sin el pantalón
Y ahora sí: "me voy por un caminito, vuelvo por otro, si querés te cuento otro..."
Lic. María Cabanne
Imágenes: "El oso que amaba los libros"
Autor: Dennis Haseley
Ilustraciones: Jim La Marche
Autor: Dennis Haseley
Ilustraciones: Jim La Marche
2 comentarios:
Bienvenida.
Una primera entrada con un texto lleno de magia y unas imágenes llenas de palabras tiernas.
Me ha encantado tu entrada. Y que cierta. Que de palabras. Recuerdo incluso algunas inventadas de forma involuntaria para el consumo interno de la familia. Estoy seguro de ello, las palabras viven.
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