LOS OJOS DE CLARITA
Ilustración de Mónica Muller para la Librería La mar de letras
Clarita llevaba los ojos guardados en los bolsillos porque pensaba que si los usaba todo el tiempo se le podían gastar. Así les había pasado al abuelo Polo, a la mamá, a la seño Raquel, al Dr. Gustavo y a tantos otros que se veían obligados a andar cargando con anteojos sobre la nariz y las orejas. A Clarita le parecía incomprensible afectar la nariz y las orejas con quehaceres que no les corresponden. Ya que los ojos son para ver o para mirar.
A todo esto, los ojos no decían nada, porque ellos, como todo el mundo sabe, no están hechos para hablar. Sin embargo se aburrían bastante con su limitado paisaje de pelusas, chizitos, fichitas de juegos electrónicos y boletos de colectivos. Es por eso que un día decidieron dar el salto de su vida. Vaya a saber uno cómo, rodaron fuera del bolsillo. Desde entonces andan alucinados por la vida mirando vaquitas de San Antonio, atardeceres violetas, doradas acacias, olas de espuma transparente y lluvias grises.
Si los encontrás rodando por algún sendero del bosque, o escondidos en un médano, lleváselos a Clarita que jura y requetejura que nunca más los va a encerrar en el bolsillo.
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