Hace unos meses leí en la casa de mi hija, una nota sobre Idea Vilariño firmada por Juan Forn en Página 12. Paula, que acaba de recibirse, atesora las contratapas de Página. Ahora, a las 8 hs de este viernes casi tórrido, me refresca el escrito que Forn publica en el mismo diario sobre Oé Kenzaburo.
Cuando llegué a Villa Gesell y comencé a trabajar en unas escuelas de educación media, no estaba atada – felizmente – a los cánones ministeriales ni a los engorrosos y aburridos programas y planificaciones que parece que “hacen” a la didáctica de la literatura. Como venía de trabajar en la Universidad, traía la libertad y ¿descaro? suficientes como plantear en el aula la lectura de Nadar de noche. Introducía la propuesta hablando acerca del autor que era como nosotros, que era contemporáneo, que estaba “vivito y coleando”. Como siempre, prestaba mi libro para que circulara entre los que tenían ganas de leer. Y alguien no lo devolvió. ¡Casi un triunfo para una profe de literatura!
No sé si será por eso de que “Dios los cría y el viento los amontona”, Juan Forn deja llevarse por las correntadas de estas playas, y solemos leerlo en El Chasqui o verlo por Mr Gone, escuchando a Willy Crook, como escapados, los dos, de alguna página de Cortázar, ahogados en jazz. Tony se preocupa porque todos estén cómodos y Karina sirve las mesas derramando sonrisas. La vida no es cómoda, Tony; apenas soportable.
Los solos de saxo se escapan por los pinos. Una pareja baila embriagada de música, noche y cerveza. Unas lucecitas titilan en medio de la calle: Bar. Apenas eso. Pero tan eso.
María Cabanne
Veille d’inspection
Hace 13 años
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